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Sumario

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: --Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la hallará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su alma? ¿O qué dará el hombre en rescate por su alma?


Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus disánía, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos. De cierto os digo que hay algunos que están aquí, que no probarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.


El buen pastor (Juan 10,1-30)


"De cierto, de cierto os digo que el que no entra al redil de las ovejas por la puerta, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y asaltante. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.  A Él le abre el portero, y las ovejas oyen su voz. A sus ovejas las llama por nombre y las conduce afuera.  Y cuando saca fuera a todas las suyas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero al extraño jamás seguirán; más bien, huirán de Él, porque no conocen la voz de los extraños." […]

Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen.
Como el Padre me conoce, yo también conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. "También tengo otras ovejas que no son de este redil. A ellas también me es necesario traer, y oirán mi voz. Así habrá un solo rebaño y un solo pastor.


[…] Entonces le rodearon los judíos y le dijeron: --¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les contestó: --Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos del Padre.

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Condiciones para seguir a Jesús (Mt 16, 24-28)