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Sumario

Entonces Dios habló a Noé y a sus hijos con Él, diciendo: "He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, con vuestros descendientes después de vosotros y con todo ser viviente que está con vosotros: aves, ganado y todos los animales de la tierra que están con vosotros; todos los que salieron del arca, todos los animales de la tierra. Yo establezco mi pacto con vosotros: Ninguna carne volverá a ser exterminada jamás por las aguas del diluvio, ni habrá otra vez diluvio para destruir la tierra." Y dijo Dios: "Esta será la señal del pacto que establezco entre yo y vosotros, y todo ser viviente que está con vosotros, por generaciones, para siempre: Yo pongo mi arco en las nubes como señal del pacto que hago entre yo y la tierra.



La Alianza  con Abraham (Génesis 15, 17-18 y 17, 1-22)


Y sucedió una vez que el sol se puso y hubo oscuridad que he aquí, apareció un horno humeante, y una antorcha ardiendo pasó por en medio de los animales divididos. Aquel día el Señor hizo un pacto con Abram diciendo: --A tus descendientes daré esta tierra […] El Señor le apareció y le dijo: --Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante de mí y sé perfecto. Yo cumpliré mi pacto entre yo y tú, y te multiplicaré en gran manera. Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con Él diciendo: --He aquí que mi pacto es contigo: Tú serás padre de muchas naciones.



La Alianza es sellado por el sacrificio único y perfecto del Hijo de Dios (Jesús),

sobre la cruz (Hb 9, 1-15)


Ahora bien, el primer pacto tenía reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal […] Estas son ordenanzas de la carne, que consisten sólo de comidas y bebidas y diversos lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación. Pero estando ya presente Cristo, el sumo sacerdote de los bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo no hecho de manos, es decir, no de esta creación, entró una vez para siempre en el lugar santísimo, logrando así eterna redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros, sino mediante su propia sangre. Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios [...]

  

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La Alianza con Noé después del diluvio (Génesis 9, 8-17)