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Sumario





"Esta, pues, Iglesia católica, sólida y extensamente esparcida por toda la redondez de la tierra, se sirve de todos los descarriados para su provecho y para la enmienda de ellos, cuando se avienen a dejar sus errores. Pues se aprovecha de los gentiles para materia de su transformación, de los herejes para la prueba de su doctrina, de los cismáticos para documento de su firmeza, de los judíos para realce de su hermosura. A unos, pues, invita, a otros elimina; a éstos desampara, a aquellos se adelanta; sin embargo, a todos da facultad para recibir la gracia divina, ora hayan de ser formados todavía, ora reformados, ora reunidos, ora admitidos.


Y a sus hijos carnales, quiero decir, a los que viven y sienten carnalmente, los tolera como bálago, con que se protege mejor el grano de la era hasta que se vea limpio de su envoltura. Mas, como en dicha era cada cual es voluntariamente paja o grano, se sufre el pecado o el error de uno hasta que se levante algún acusador o defienda su opinión con pertinaz osadía. Y los que son excomulgados, o se arrepienten y vuelven, o se deslizan en la maldad, abusando de su albedrío, para aviso de nuestra diligencia, o fomentan discordias para ejercitar nuestra paciencia, o divulgan alguna herejía para prueba y estímulo de nuestra formación intelectual. He aquí los paraderos de los cristianos carnales, que no pudieron ser corregidos ni sufridos [...]


Hay que abrazar la Iglesia católica


Por lo cual, habiéndote prometido hace algunos años, carísimo amigo Romaniano, escribirte acerca de mi sentir sobre la verdadera religión 11, he creído que ha llegado la hora oportuna, después de ver la urgencia de tus apremiadoras preguntas, y, por el lazo de caridad que me une contigo, no puedo sufrir por más tiempo que andes fluctuando sin rumbo seguro.


Repudiando, pues, a todos los que divorcian la filosofía de la religión y renuncian a la luz de los misterios en la investigación filosófica, así como a los que se desviaron de la regla de la Iglesia, ensoberbeciéndose con alguna perversa opinión o rencilla; rechazados igualmente los que no quisieron abrazar la luz de la divina revelación y la gracia del pueblo espiritual que se llama Nuevo Testamento, a todos los cuales someramente he aludido, nosotros hemos de abrazar la religión cristiana y la comunión de la Iglesia que se llama católica, no sólo por los suyos, sino también por los enemigos. Pues, quiéranlo o no, los mismos herejes y cismáticos, cuando hablan, no con sus sectarios, sino con los extraños, católica no llaman sino a la Iglesia católica. Pues no pueden hacerse entender si no se la discierne con ese nombre, con que todos la reconocen en el mundo [...] (De la verdadera religión 6, 10; 7, 12).


El autor


Agustín de Hipona, o San Agustín (354-430) es uno de los cuatro más importantes Padres de le Iglesia latina. Nació  a Thagaste (Souk-Ahras hoy en Argelia). Confesiones es la obra literaria más famosa de Agustín. Está constituida por trece libros en los que nos narra su vida, formación y su evolución interior; también habla de la psicología, de la filosofía, de su concepto de Dios y de su visión del mundo. Es también un reconocimiento de la grandeza y bondad de Dios.

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La verdadera religión está en la fe católica